Biden y el 67%

4/19/23

Pepe Forte en Facebook https://www.facebook.com/photo?fbid=6279888168699674&set=a.199421013413117


Parodiando la circunstancia eléctrica y el título del disco de Rod Stewart, de 1993, el presidente está “unplugged” de la realidad, y “seated” sobre ella…
Como de seguro —o tal vez— ustedes se enteraron a través de los despachos de noticias esta semana, la EPA, es decir la Enviromental Protection Agency, o dicho en español, la Agencia de Protección del Medioambiente, que es un entidad gubernamental de los Estados Unidos, impelida por la actual administración Biden-Harris, ha anunciado que establecerá nuevos parámetros de emisión de gases para los vehículos basados en motores de combustión interna —los marcadores más severos en años—, para los modelos entre los años 2027 y 2032. La exigencia planea reducir la emisión de los llamados gases invernadero en un 56% por encima del parámetro en vigor hasta el año 2026. Esto es en cuanto a los vehículos de “talla normal”, porque a los más grandes, o sea, los camiones ligeros y los furgones, el incremento es más pequeño pero aún alto, de un 44% por encima de los existentes para esas categorías, también hasta el año 26. Esta nueva norma, esgrimida un puñado de años antes, habría hecho encanecer a los ingenieros de las automotrices, porque se habría interpretado como un esfuerzo por cavilar sobre inyección, compresión, explosión y escape para, a través de la magia que ocurre dentro de un cilindro, lograr más millas por galón en la corrida y obtener menos contaminación una vez concluido el proceso allá en el esfínter del carro, pero ahora la cosa es (parece, parece…) más fácil: canalizar menos polución a través de la fabricación de más vehículos eléctricos, lo que conduce al cálculo que ha emanado de esta noticia, que el presidente Joe Biden espera que para el año 2032, 67% de los vehículos nuevos que se vendan en EEUU, sean eléctricos… incluidos los carritos de helado.
En adición, 50% de los buses de transporte colectivo de rutas, los camiones de la recogida de basura, y cerca de una cuarta parte de los camiones de carga de larga distancia, han de ser eléctricos, en menos de un decenio.
La noticia ha generado una variedad de reacciones, aunque la mayoría de ellas no han venido acompañadas de vítores ni de aplausos.
Más allá de la necesidad que tenemos de cuidar la casa grande de la que Gagarin desde el espacio en el año 1962 dijo que era azul, de barrerla y desempolvarla como hacía con la suya más pequeña cada mañana mi abuela, de tener vehículos menos tragones y humeantes, y de irnos desprendiendo de la energía originaria en añejo de dinosaurios, hay que poner en perspectiva esta prisa con trajecito verde.
Como la idea (bueno, es lo que dicen…) es evitarle la neumonía al planeta, el volumen de emisión de gases se espera que baje dramáticamente para el año 2055 de lograrse estas expectativas, y el número citado es, con mucho, más del doble de las cifras del 2022. Y aquí hay que contar con las estadísticas la de China, nunca confiables, pues Estados Unidos es el tener mercado mundial de autos eléctricos, detrás de ese asiático, y del de Europa.
Hay un pujo de electrificación de las cuatro ruedas. Ya se sabe que, por ejemplo, el estado de California prohibirá la venta de vehículos nuevos que no sean eléctricos comenzado en el año 2035, y lo mismo hará pero con guillotina de cinco años antes —para el 2030—, el estado de Washington, también en la costa Oeste, pero por donde sale el sol en EEUU soplan los mismos vientos de altruismo ambiental, porque New York tiene igual tren de pensamiento. Mientras tanto, se espera que pronto muchos otros estados de la trama y urdimbre del país adopten barreras semejantes para los carros con esófago que traga gasolina.
Estas normativas, como la de California, no prohíben el uso o venta de autos de combustión interna; lo que exigen es que todos los vehículos nuevos a vender, por ejemplo en el estado, a partir del año 35, tienen que ser exclusivamente eléctricos o híbridos plug-in. ¿Qué los californianos podrán seguir usando sus tiranosaurios diesel y de gasolina? Sí… hasta que los DMV’s de los condados un día por la mañana se levanten y digan, a partir de esta fecha dada, no renovaremos las matrículas de los autos de gasolina desde el año tal hacia atrás (es lo que creemos que va a pasar). Y ya que decimos esto, antes de proseguir, debe quedar claro que, según las fuentes, este requerimiento de la EPA, promovido desde la actual administración, no es una prohibición diáfana de los vehículos de combustión interna, pero evidentemente es una movida política, especialmente si se tiene en cuenta que el actual director de la EPA, Michael Stanley Regan, en el cargo desde el 11 de marzo del año pasado, fue nombrado por el presidente Biden, y se supone que respondería a sus políticas; Regan es el primer director afroamericano en la historia de la entidad. Según el tweeter de Biden, fechado el miércoles de esta semana, 12 de abril, el texto —populachero y lejos de ser un paradigma de redacción— reza que, “hoy, mi administración está anunciando una propuesta de nuevos estándares de emisiones para autos y camiones, que cortarían nuestros escapes de CO2 en alrededor de 10 billones de toneladas cúbicas, y mejoraría la salud de millones de personas, mientras le ahorraríamos dinero al pueblo. Eso sería cerca de la mitad de las emisiones anuales de los Estados Unidos” (nuestra traducción al español supera el original en inglés, que ignora lo de “cúbicas”, y “personas”).
A pesar de todo, las especificaciones precisas de la EPA aún no han sido publicadas, aunque se presume que serán intensas. Pero, por ejemplo, las actuales de hasta el 2026 estuvieron listas en la primavera del año 2020, en plena pandemia, y no fueron tan severas como inicialmente se especuló, para el período 2021-2026. Por ejemplo, la eficiencia inicialmente propuesta por Obama de tener la inalcanzable entonces y todavía por ahora autonomía de 54.5 millas por galón, bajó luego a 46.7, y finalmente terminó en 40.4… pero hay que recordar que este número se debe a que Trump presionó para revertir el disparatado número de Obama.
De modo que hay que esperar a ver con cuáles mandamientos, como Moisés, se baja la EPA escritos en la tableta de piedra. Por otro lado, la
National Highway Traffic Safety Administration (o sea, la NHTSA) también se espera que publique sus propios estándares antes que termine este mes de abril.
Mientras, los fabricantes cooperan. Mas fabricantes están haciendo más carros eléctricos, hay más fabricantes haciéndolos, y ahora hay también más modelos. Pero, como dice el refrán, una cosa piensa el borracho, y otra el camarero: en el último año ha habido un incremento de ventas, pero los carros eléctricos todavía no son populares y, peor aún, son temidos o preocupantes, y mucha gente los rechaza. Por ejemplo, el año pasado se produjo un incremento de ventas de ellos de un 3.1 %, pero aún así los autos eléctricos representaron un sólo un 5.8% de las ventas totales de coches de este tipo, de las 13.8 millones unidades de vehículos vendidas. Y esta es una cifra alta si comparada con el histórico sostenido 3.4% de ventas de autos con protagonismo eléctrico (decimos ‘con protagonismo eléctrico’, porque en esta estadística entran también los híbridos y los híbridos tipo plug-in, no sólo los EV’s nada más) que ha sido el porcentaje como que impertérrito desde que en el año 2001 empezó venderse el Toyota Prius en los Estados Unidos, que fue en realidad el primer híbrido de masas en el país, y sigue siendo el emblemático del segmento.
Aunque las opiniones de los analistas son divergentes acerca de la popularidad en términos relativamente inmediatos de los autos eléctricos, es decir, unas son más optimistas que otras, como por ejemplo, la proveniente de investigadores de la Universidad de Berkley, que asegura según un estudio que para el año 2035 todos los vehículos en los Estados Unidos serán eléctricos (es decir, lo mismo que persigue California con su ordenanza), sin embargo en contraste el analista Karl Brauer de la entidad iSeeCars, dice que incluso esta perspectiva de Biden del 67% de los carros eléctricos en el mercado, para llevarla a vías de hecho, requiere de unos niveles totalmente irrealistas de inversión en todo el esquema, desde la producción misma de los vehículos, hasta la infraestructura que los apoya en todo sentido, léase recarga y mantenimiento. Brauer incluso argumenta que la implementación de la política de Biden canalizada a través de la llamada Acta de Reducción de la Inflación, en realidad redujo el número de autos eléctricos que calificaban para el estímulo federal de los $7,500 para deducción de impuestos.
Muchas fuentes noticiosas, repetimos, insisten en el punto de que esta nueva normativa de la EPA, no, definitivamente no significa una prohibición de los autos de combustión, ni que esté forzando a la gente a adquirir vehículos eléctricos. En su lugar, dicen que lo que se trata es de un paso lógico en la política general del gobierno —yo diría, la administración actual— de empujar un más limpio sistema de trasporte. La previa propuesta del actual presidente de reducir para el año 2030 la mitad de los vehículos de combustión interna, no se basa exclusivamente en autos totalmente eléctricos, sino que incluye los híbridos tipo plug-in, y las llamadas de células de combustible, que básicamente son los carros de hidrógeno. Pero a pesar de la afanosa gestión anestésica de la prensa —o una parte de ella—, con su mensaje lubricado con vaselina, mucha gente sigue interpretando este empuje por los autos eléctricos como veladas modalidades de tiranía. Y estos pareceres los interpretan así políticos, sobre todo de la bancada conservadora. Por ejemplo, la senadora republicana por el estado de West Virginia, Shelley Moore Capito, expresó sobre el trino medíatico del presidente el miércoles que, “hoy la administración de Biden ha dejado bien claro que quiere decidir por los norteamericanos qué tipo de carros o camiones se les permitirá comprar, arrendar o manejar”.
Una encuesta de Associated Press-NORC, del Centro de Investigación de Asuntos Públicos y del Instituto de Política Energética de la Universidad de Chicago, revelada esta misma semana, arrojó que 47% de los americanos dijo que difícilmente compraría un eléctrico como su próximo carro, aduciendo la carencia de opciones de recarga y las barreras de los altos precios de los coches de este tipo. La indagación también reveló que sólo 4 de 10 ciudadanos estaría dispuesto a hacer el cambio de litros a amperes. Y con tanta e insospechada polarización partidista por la que penosamente atraviesa el país, el lado político también asomó la cabeza en el sondeo: más de la mitad de los republicanos (54%) expresó su preferencia por los carros de gasolina, y 35% dijo que no estaría de acuerdo con unas más estrictas regulaciones de la EPA si éstas son establecidas en el afán impulsar la venta de autos eléctricos. Yep… lamentablemente en este asunto están presentes la política, una administración u otra, el partidismo y el asunto bicameral, ya si el congreso se inclina más al lado demócrata que al republicano, y viceversa. Y Hollywood… (qué carro tiene Whoopi Goldberg?).
Como detalle, baste patentizar que la pesquisa de APress-NORC se realizó sobre 5,408 personas, entre el 31 de enero y el 15 de febrero de este año.
El entuerto podría tener un impacto electoral, pues muchos ciudadanos traducen la propuesta como presión, y a la presión como una mortificante agenda política, y hay mucha gente que no quiere hacer un crossover o una transición forzada a vehículos eléctricos.
La preocupación del automovilista común ya no mira tanto la autonomía, semejante como promedio a la de un tanque de gasolina —y en muchos casos superior a la de éste—, sino que de los coches eléctricos lo que más sigue pesando en la ecuación de la ansiedad es la disponibilidad de cargadoras públicas, y el tiempo de recarga pero, además, ¡ay!, hay otro punto de más dolor: el precio de los autos eléctricos. Los EV’s son caros, y además como estamos abocados a una recesión —aunque hay mucha gente que cree que no es cosa de futuro, sino que ya está aquí, pero que los medios, la mayoría de ellos liberales, están tapando la bola—, eso dilata la posibilidad inmediata de compra de un EV por cualquiera. Y preocupa también que lo último que nos quedaría por ver —¡junto con la escasez de queso crema y el costo de una docena de huevos (y no los de la gallina de oro precisamente)!—, es elevarse el desempleo que, por su índices, bajísimos, es el único consuelo que tenemos… por ahora. Estas cuitas ciudadanas ponen al prospecto a pensar dos veces antes de embarcarse en una nueva mensualidad, esta vez por un electrocarro. Según estimados del Kelly Blue Book, el precio promedio de los carros eléctricos rebasa los $58,940 mil dólares, precio que, en circunstancias normales, es el de un carro del bracket de los coches de lujo, que no todo el mundo puede pagar.
Así que el “bidenistic sixtyseven” y sus entusiastas notificaciones vía pajarito celeste, tienen delante un monolito por el momento infranqueable: la oposición del consumidor norteamericano. Es verdad que Joe Biden puede contar con su base, los compradores liberales y demócratas, que por fidelidad o por ideología son más cooperativos con sus planes, pero en general los automovilistas norteamericanos, no importa por quién voten en las urnas, ven con preocupación la electrificación, incluso en los estados azules. Pero quieras que no, a menos que sea muuuuuuuy grande, tu cuenta de banco termina tirándote de la manga… eso, sin olvidar un aspecto psico-social que, aunque admitamos que la historia siempre ha demostrado que es tanto errado como transitorio, existe: la resistencia al cambio. Aunque como dice Eugenio Derbez, que “a la larga todo el mundo se acostumbra”, hay que entender la humana reticencia a mutar, a dejar a lo que se está acostumbrado, por lo nuevo.
Se trata de una costumbre secular, que no puede ser cambiada de la noche a la mañana. Hace más de 100 años que estamos manejando autos del modo en que lo hacemos hay, y un cambio a tientas, promovido por motivaciones políticas más que como el resultado de la natural evolución de la tecnología, siempre traerá muecas. La introducción de la aviación comercial a reacción, al borde de 1960, fue uno de los grandes avances en la transportación aérea. Pero no podía pedírsele a Donald Douglas a la sombra del ala de su DC-3, que en el año 1935, pinchado por la política, fabricara el DC-8, para lo cual la tecnología tenía que esperar a que cuajase en el tablero de dibujo en 1955.
La administración de Biden tiene la suerte de que, a pesar de los pesares, cuenta con la buena voluntad y el empeño que los fabricantes están dedicándole a la electrificación. Debo ser tan duro como tan franco: en medio de tanta politización de todo, y con tanta eco-agenda, y cuerda WOKE, y conociendo la industria como la conozco, mucho más allá de un legítimo entusiasmo que hayamos visto en los fabricantes de autos por la electrificación… tengo mis dudas de que los altos ejecutivos no estén rezongando a las espaldas del presidente, porque yo lo haría. Es cosa de dinero… Quienes deciden si aquel modelo de coche va a tener una pulgada más o una pulgada menos de cristal en la pantalla del infotainment, no es el diseñador de interiores como estás pensando, sino los llamados “cuenta frijoles”, que son los contadores de la firma, A LOS QUE LA FIRMA LES PAGA MUCHO DINERO PARA QUE HAGAN QUE LA FIRMA GASTE MENOS DINERO y optimice el resultado final (qué pena que esto ya no se lo puedas preguntar a Lee Iacocca…). No lo sé, no lo he visto, no le he escuchado, pero sabiendo que es cosa de inversión, de gastos, de costos, cosa de precisamente la relación de estos dos últimos términos citados (gastos y costos), en su relación con el precio que va a tener el producto terminado en el propósito de hacerlo lucrativo, a las automotrices tiene que, forzosamente, preocuparles esta presión pública de meterle corriente a sus carros, cuando financieramente, todo esto puede parecerse a la silla eléctrica. ¿Cómo si, desde que C.A.F.E. fue establecida por el Congreso en 1975, a las firmas de autos —y esto sí lo sé, lo he visto, lo he escuchado…— sí les disgustan sus progresivas tasas mínimas de MPG (cosa de la que por otro lado entienden su necesidad) porque so pena de multa tienen que dedicar más presupuesto a ingenieros y a la investigación para hacer un motor que trague menos, cómo pues pueden estar tirando fuegos artificiales ante lo que sin duda, por acceder a la coacción moral que hay en el aire de “¡electrificad, electrificad, electrificad, es la consigna!”, les puede desbalancear sus presupuestos? Yo —perdón por mi franqueza, y perdón por mi desconfianza—, no me creo tanta devoción. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato… quien le decía que no a Stalin, en medio de tanto “entusiasmo revolucionario” por la Carretera de Vladivostok? No es cuento de caminos: según artículo publicado por FORTUNE online el 24 de marzo de este año, pieza de la firma de Nicholas Gordon, Ford Motor Company proyecta pérdidas de su División de Vehículos Eléctricos de $3 billones en el 2023, tras írsele por el caño 2, el año pasado.
Estas propuestas, como esta alzada de parada de la EPA, de esta semana, sí son un desafío para los fabricantes de autos, una industria a la que todo el mundo se siente en el derecho de retar a duelo, y le exige, y le exige, y le exige… ¿Te acuerdas?: cuando comenzó la crisis económica de 2007, y se dispararon los precios del barril de petróleo en el mercado internacional, que en ya para las primeras horas de enero de 2008 se rompió la cinta de los $100 dólares, gobiernos y automovilistas le cayeron encima a las marcas de carros para que, de la noche a la mañana, viniesen con nuevas soluciones tecnológicas —hasta se habló de motores que trabajarían con agua de coco, y hasta con detrito, con lo cual al papa-móvil se le habrían hermanado el coco-móvil y el caca-móvil— y se les exigió motores más económicos, por lo que las automotrices se pusieron las pilas y en un santiamén, se avanzó en apenas unos tres años en millas por galón, lo que no se había avanzado en los últimos 15, ¡pero nadie se atrevió a pedirle a las petroleras, a las refinerías, y a sus ingenieros, que paralelamente obtuviesen más eficiencia en los combustibles! ¿Y qué pasa ahora? Pues ahora, ídem, a las automotrices se les pide de nuevo que se pongan las pilas, pero que se las pongan de verdad, que sean las monjitas del clima, las compresas frías del calentamiento global, y por eso a la carrera, están invirtiendo billones de dólares en fábricas de baterías y en tecnología para apoyar a los EV’s. Los fabricantes no lo admitirán —o no lo pensarán tal vez, porque formen parte de la borrachera ecológica y también sean vectores de la política—, pero lo cierto es que algunos movimientos de la sinfonía —si no toda ella— se ha ido por el camino lleno de baches del partidismo. Pero más allá de estas escogencias, interpretamos a esta propuesta de la EPA como muy agresiva y muy alta para adelantar la electrificación en muy pocos años. A nuestro modo de ver, estas demandas, a tenor del caldeado ambiente político, nos parecen intimidatorias, muy a lo limosna con escopeta, y están desconectadas de la cadena de abastecimiento. La actualidad minera para la extracción de los minerales en la cuantía que la producción integral de un volumen notable de autos eléctricos requiere, está como a 10 años de distancia de su potencial de suplencia. La mayor parte de los componentes para las baterías, cuando no las baterías completas, vienen de China. China lleva el 78% de la factura mundial total de baterías de todo tipo, y también tiene el control crítico de la minería para la producción de celdas (y no sólo de las baterías: mírate, de arriba abajo, desde el cepillo con que te peinas en la mañana, hasta la suela de los zapatos que calzas, pasando por el celular que llevas en el bolsillo, estás más chino que la Muralla).
Aunque se aduce que fabricaremos baterías aquí, con la intención del divorcio comercial con China, la imparidad entre abastos y producción, por el contrario, nos empuja a más dependencia de ella… una dependencia que hoy creemos que en un momento fue virtuosa y conveniente —acaso nunca lo fue—, pero que hoy es perniciosa y peligrosa.
Todo esto es un rompecabezas a la loca, un juego totalmente desarticulado. La ciudadanía sigue quejándose de la magra red pública de recarga —en realidad hay muchas estaciones más de lo que se cree—, pero eso será paulatinamente resuelto. La administración de Biden dijo más temprano este año que tiene la meta de colocar unas 500 mil recargadoras públicas antes del año 2030. Pero hoy por hoy todavía el tejido es insuficiente, pues se necesitarían millones de recargadoras. La Casa Blanca también ha separado un presupuesto de $5 billones de origen bipartidista para un paquete de infraestructura que ayude a los estados de la nación a construir una red de estaciones de recarga, junto con corredores de energías alternativas en el sistema nacional de autopistas.
Y, por otra parte, ¿dónde queda la capacidad de generación para enchufar en avalancha los coches eléctricos? La mentalidad liberal no está feliz con ninguna de las alternativas existentes: no quiere combustibles fósiles… no quiere el carbón… no quiere la generación nuclear… ¿so?
Todo, todo, todo, es contaminante… hasta el pedo de la vaca (no bromeo; ¿no has óido hablar de eso?; búscalo en la red…).
La actual tecnología de captura y acumulación de energía solar no da para mover el motor de un auto eléctrico. Los más rancios críticos de los autos eléctricos aseguran que estamos tirando el dinero por la ventana en esa alternativa motriz, porque dicen que pronto sus propios propulsores la descartarán cuando se den cuenta que las viables son las modalidades basadas en hidrógeno.
Y hay muchas más cosas que resolver. El cambio de autos de combustión eléctrica a autos eléctricos dejará sin empleo a un montón de gente en la industria de producción de automóviles, y lo mismo pasará con el gran universo de talleres de reparación y o de mantenimiento automotriz, y muchos mecánicos se quedarán sin trabajo. Si pasáramos de la noche a la mañana de autos de combustión interna a autos eléctricos, la industria de talleres de lubricación, virtualmente desaparecerá; Jiffy Lube se convertirá en un museo del pasado. Y ya está empezando a pasar: Ford cortó 3 mil plazas en agosto del año pasado, y Stellantis más de mil en febrero de este año. Cada vez que una fabricante anuncia que se va del mercado un modelo tal, aún siendo éste sustituido por uno nuevo eléctrico, ahí hay gente que pierde su empleo.
Pero las automotrices persisten en su anuncio de que a partir de un año específico —cuya cercanía está en la vecindad—, no fabricarán más carros de combustión. En esa lista hace tiempo ya que están Volvo y VW. Ya GM se ha sumado a ese inventario, y ha prometido tal, comenzando en el año 2035.
No pienses que soy enemigo del auto eléctrico. No. Soy un baby-boomer que jugó con autitos de batería, que me encantaban, y cuando los sometía a “cirugía” para ver cómo operaban, me fascinaba su simpleza, y desde los años 60 me preguntaba por qué no hacían autos “grandes” o “de verdad’ basados en aquella ingeniería elemental pero eficiente; finalmente, la ensoñación llegó, cristalizó en un carro como Tesla, y los demás. Disfruto los autos eléctricos cada vez que me toca uno en la rotación de prueba de la semana. En mis años de ejercicio del Periodismo Automotriz, desde 1996, he probado desde la primera generación del Prius a principios del siglo XXI, hasta la reciente Ford Lightning el otro día. Sólo que el modo loco —así pienso— en que se promueve el fenómeno, máxime cuando según mi origen, detecto y reacciono mal a bastidores políticos, me parece que la noria no está girando como debe. Tal vez empezamos al revés. Sobre esa pregunta de, ¿quién fue primero, el huevo o la gallina?, todavía no se sabe… pero respecto del automóvil la incógnita nunca lo fue: fue primero el auto, y luego las gasolineras y las carreteras. Ya metimos la pata aquella vez pero, para tratarse de finales del siglo XIX, la sangre no llegó al río. Mas ahora es inconcebible que hayamos empezado por la cola antes que por la cabeza: primero debimos tener recargadoras, y baterías con comodidad, que autos eléctricos. Pero, ¿qué le vamos a hacer, si desde Adán venimos tomando acciones equivocadas? A ver si nos fijamos en Noé, caramba, que empezó por el arca… y por eso navegó el diluvio.
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